sábado, 3 de julio de 2010

Vuestros nombres están inscritos en el cielo

Domingo XIV T. Ordinario. Ciclo C
Is 66, 10-14c; Sal 65, 1-5.16.29; Ga 6, 14-18; Lc 10, 1-12.17-20

Sorprendernos caminando tras las huellas de Jesús. En la “tempestad” del mundo contemporáneo, la clave es: volver a Jesús. Después de haber iniciado a los discípulos en la profundidad y en las exigencias, Jesús los envía en misión. No espera a tenerlos formados del todo, los envia y a la vuelta los educa a partir de lo que han vivido y experimentado, de sus logros y de sus aparentes fracasos.

Revisa con ellos y los inicia en la acción y la contemplación. Los setenta y dos misioneros son enviados a anunciar la presencia del Reino de Dios. El poder de curar enfermos, el saludo de la paz, las normas sobre la pobreza y el hospedaje, se supeditan o están en función de esa misión-base. El evangelio de san Lucas acentúa la pobreza evangélica de los “misioneros”.

Los enviados son prevenidos también para las dificultades del anuncio del Reino: la persecución y el rechazo. Otro rasgo característico de la misión será su carácter itinerante, siempre en el camino del Reino, frente a la tentación de “instalarse”. El final del texto nos relata la vuelta gozosa de los discípulos. Cristo concluye: “estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo”. En cada Eucaristía, Cristo Jesús, vida nuestra nos alimenta y nos envia a la misión.

José A. Sánchez Herrera, sacerdote

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