sábado, 5 de junio de 2010

Cantemos al amor de los amores

Domingo Corpus Christi T. Pascual. Ciclo C
Gn 14, 18-20; Sal 109, 1-4; 1 Co 11, 23-26; Lc 9, 11b-17

“Cantemos al amor de los amores”. A ese amor de Dios que no se guardó a su Hijo, sino que por amor nos lo entregó, y nosotros lo entregamos a la muerte.“Cantemos al amor de los amores”. A ese amor de Dios que no se guardó a su Hijo, sino que por amor nos lo entregó, y nosotros lo entregamos a la muerte.

La Eucaristía es la actualización repetida y constante de esa entrega del Señor. En cada celebración de la Eucaristía, el Señor repite milagrosamente su entrega. Se actualiza su sacrificio. Se hace presencia evangelizadora. Ante el mundo egoísta y violento, ante los hombres y mujeres que viven en la soledad y el dolor, el Señor se hace sacrificio, entrega y presencia para acompañar solidariamente soledades, para curar heridas y paliar dolores.

Es el amor de Dios que se hace comunión. El amor de los amores es, como dice el Cantar de los Cantares, el amor más grande y hermoso, el más apasionado, más entregado y más comprometido El mandamiento de amor, más que un mandato, es una necesidad, porque el amor necesita amar. Al amarnos, al comulgar en su amor, Cristo nos da una capacidad y una urgencia de amor.

La Eucaristía es también pan partido y dividido. Contrasigno de las divisiones que separan a los hombres y los enfrentan en bloques culturales, raciales, sociales o económicos.

Jesucristo bendice el pan, lo parte y lo multiplica y lo hace para saciar nuestra hambre, porque le damos pena, pero también para enseñarnos dos cosas: primera, que cuando el hombre comparte, Dios multiplica; segunda, que en el Reino de Dios todas nuestras hambres, todas, serán saciadas. Pan compartido para enseñarnos a poner en común cuanto tenemos y cuanto somos.

Si comemos de este pan y bebemos de esta copa, si nos alimentamos de este amor, no hace falta decir más. Se notará enseguida que hemos recibido esta santa energía. Hoy queremos adorarlo en adoración agradecida, queremos instaurar la cultura del compartir contra la del acaparar, la del servir contra la del dominar. Cantemos al amor de los amores y hagamos canciones a la esperanza, a la belleza, a los deseos de un mundo mejor, a los gestos generosos y a las personas entregadas.

Cantemos a los testigos y a los trabajadores por el Reino.

José A. Sánchez Herrera, sacerdote

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