sábado, 1 de mayo de 2010

Tu amor alegra mi corazón

Domingo V T. Pascual. Ciclo C
Hch 14, 21b-27; Sal 144, 8-13ab; Ap 21, 1-5a; Jn 13, 31-33a.34-35

En el mundo en el que nos movemos es cierto que necesitamos de testigos y testimonios de la verdad, antes que bonitas palabras. Y el mejor testimonio es vivir desde el Amor de Dios, así se construirán esos cielos nuevos y tierra nueva. La fuerza que debe dinamizar la construcción de ese nuevo mundo no es otra que el Amor.

La situación interna y el contexto histórico de las personas que formaban las primeras comunidades cristianas, su experiencia de fe con Jesús muerto y resucitado, las llevó a una toma de conciencia de la necesidad de hacer algo por ellos mismos y por los demás superando muchas dificultades personales. A esa nueva realidad le dieron el nombre de cielos nuevos y tierra nueva. Es la fuerza creadora y recreadora de Dios que impulsa a formar otro mundo que se hace posible con la apertura a la gracia de Dios.

Jesús, con su vida, con su palabra y su obra y con el amor con el cual hizo nuevas todas las cosas, empezó a hacer realidad un mundo marcado con otros valores. Lo nuevo no es que se hable del amor, porque desde tiempos inmemoriales se habla del amor. Lo nuevo es el amor al estilo de Jesús. La sinceridad, el servicio, la cercanía, la entrega y la donación total con las cuales Jesús manifestó su amor a sus amigos y a cada uno de nosotros. Por este motivo hoy el evangelio nos hace una invitación muy concreta: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado”.

En los Hechos de los Apóstoles leemos el trabajo concreto de Pablo y Bernabé a favor de la construcción del Reino y cómo animados por la oración y la fuerza del Espíritu Santo, establecieron una estructura organizativa en aquellas comunidades para que se lograra la continuidad de la obra empezada por ellos. Desde nuestro tomar conciencia como creyentes de nuestra situación interna y de nuestro contexto social, nos corresponde construir los cielos nuevos y la tierra nueva con la fuerza del amor al estilo de Jesús. Y hoy nos deberíamos preguntar qué estilo de vida, qué valores, qué amor, son los que pongo yo en cada cosa, para que esos cielos nuevos y tierra nueva se lleven a término en mi vida, en mi familia, en mi comunidad parroquial. Que en este mes de mayo nos acompañe la Virgen y nuestras flores sean fruto del nuevo estilo del amor de Jesús.

Gonzalo Martín Fernández, sacerdote

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