sábado, 17 de abril de 2010

Pesca milagrosa: tu luz nos atrapa...

Domingo III T. Pascual. Ciclo C
Hch 5, 27b-32.40b; Sal 29, 2-13; Ap 5, 11-14; Jn 21, 1-19

El evangelio nos muestra cómo algunos discípulos habían vuelto a sus antiguas actividades, mientras tomaban conciencia de la resurrección del Señor. Pedro y los demás discípulos, habían pasado toda la noche tratando de pescar algo pero no lo habían conseguido.. La noche representa las situaciones difíciles, la crisis, la angustia, el miedo y la inseguridad, que inundaban a los discípulos tras la muerte de Jesús. Al amanecer, Jesús se aparece en la playa. Todos los relatos de la resurrección dicen que los discípulos a primera vista, no cayeron en la cuenta de la presencia de Jesús. Lo confundieron. Esto confirma que la resurrección de Jesús no fue evidente en el primer momento sino que fue convirtiéndose en una experiencia que los inundó, les aclaró todo y los dejó absolutamente convencidos de su nueva forma de existir.

La experiencia de la pesca milagrosa ya la habían vivido y el Resucitado lo primero que les preguntó fue por los frutos de su trabajo: “Muchachos, ¿tenéis pescado?” Es decir, cómo te ha ido, qué has hecho, cómo estás, por qué lloras, de qué hablas... ¿La respuesta? ¡No! En la oscuridad de sus vidas todo era frustración, tristeza y muerte. ¿Verdad que se parece mucho a la nuestra? Pero una luz empieza a brillar cuando hacen lo que Jesús les manda: “Echad la red a la derecha de la barca.” Cuando actuaron conducidos por las enseñanzas de Jesús, recogieron buenos frutos: “Por tu Palabra…” En este relato fue el discípulo amado quien primero reconoció a Jesús. Es otro detalle. El Amor hace reconocer al resucitado. Y Jesús, en la orilla los invitó a compartir el fruto del trabajo. Él tomó el pan y los peces, los partió y los repartió. Ahí descubren entonces que dentro de ellos estaba Jesús resucitado. Lo hemos dicho muchas veces: la mejor prueba de la resurrección de Jesús es una comunidad que vive unida en el amor, trabaja y comparte fraternalmente.

En la segunda parte de este fragmento del Evangelio, tenemos el reconocimiento de Pedro como autoridad en la Iglesia. La característica particular del liderazgo en la Iglesia, es que debe estar fundado en el amor a Jesucristo y su evangelio”: ¿...me amas? Y asumir como propio el proyecto de Jesús y cumplir su voluntad salvífica. Si el liderazgo en la Iglesia se deja contaminar por los deseos de poder y aparentar, pierde su sentido y se convierte en un obstáculo para la evangelización.

Todos tenemos experiencia de esto. No se puede ser apóstol sin ser discípulo, pero el discípulo tiene que llegar a ser apóstol, porque toda la riqueza espiritual que Dios le da, debe compartirla. Aquellos hombres que llenos de miedo habían abandonado a su maestro, con la experiencia de la resurrección, estaban dispuestos a darlo todo para continuar su obra salvadora. Los mismos pescadores y publicanos cobardes, que decepcionados de Jesús no querían saber nada de su proyecto, comprendieron claramente que Dios estaba con Él y tuvieron las fuerzas para anunciar que a ése a quien habían matado, Dios lo había resucitado y constituido Señor y Mesías. Por eso, hoy con Pedro podemos decir: Señor Tú conoces todo, sabes que te quiero. Y podremos escuchar: Sígueme.

Sé valiente: Por su Palabra sigue echando la red.

Gonzalo Martín Fernández, sacerdote

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