sábado, 20 de febrero de 2010

¿El final? Resurrección

Domingo I Cuaresma. Ciclo C
Jr 17, 5-8; Sal 1, 1-6; 1Co 15, 12.16-20; Lc 4, 1-13

La Cuaresma es una peregrinación hacia la Pascua que sitúa su punto de partida en la alianza que Dios ha hecho con el hombre. Todo arranca del designio salvador de Dios que ha hecho una opción decidida por la salvación y la felicidad del ser humano. Cada Cuaresma es una oportunidad más para volver al Dios vivo, manifestado en Jesucristo.

La primera lectura, del libro de Deuteronomio, retoma la más antigua confesión de fe de Israel. El pueblo de Israel es consciente de haberse puesto en camino con la ayuda de Dios. Después fue liberado de la esclavitud de Egipto. Después del éxodo, el pueblo conquista la tierra de la abundancia, Canaán, y reconoce que todo esto es un don del Dios que hace vivir y como agradecimiento, ofrece sus bienes en sacrificio.

San Pablo muestra cómo el judaísmo oficial ha echado en saco roto el verdadero sentido de la llamada de Dios. La relación de Israel con Dios ha quedado marcada por una concepción mercantilista: a cambio de una escrupulosa observancia de la Ley se tiene derecho a la bondad divina y al éxito final. Esta visión falsea el verdadero rostro de Dios y ha conducido a rechazar a Jesús y su mensaje de misericordia infinita. La Palabra de Dios, manifestada en Jesucristo, anuncia que las personas son amadas y son liberadas por pura gratuidad de Dios.

En el evangelio de san Lucas se nos subraya que, después del Bautismo, Jesús fue tentado: Para comprender la propuesta y el seguimiento de Jesús necesitamos volver al desierto, símbolo y señal de la alianza y del encuentro con Dios... El descubrimiento de un Dios que salva y libera de los designios del mundo. El Espíritu empujó a Jesús al desierto; se dejó tentar por Satanás. Las tentaciones deberían ser leídas como un resumen de los desafíos que Jesús, como siervo de Yahvé, tuvo que superar para ser fiel hasta el final: la tentación de la seguridad, de la vida sin riesgo, del buscar su propio provecho, de una vida centrada en el poder y en el prestigio para dominar a los demás; la tentación de un Mesías que busca ser servido en vez de servir... donde Israel sucumbió, Jesús se mantuvo fiel.

Vivamos esta Eucaristía en clave de fidelidad y de renovación interior para creer y vivir el Evangelio, para convertirnos siempre y volver nuestra vida a Jesucristo desde la fuerza del Espíritu Santo. Supliquemos la fidelidad, como nos recordaba el salmo, y peregrinemos hacia la Pascua, acompañados por la ayuda maternal de María.

Feliz día del Señor, feliz y santa Cuaresma.

Gonzalo Martín Fernández, sacerdote

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